Pasaje

El pasaje apacible

por Christian Ferrer

En el comienzo flotábamos sin esfuerzo, sin pesadez, sin escollo alguno a nuestro alrededor. La cuna de agua nos mecía en perenne amortiguación. Allí nadie podía dañarnos ni ofendernos, nada podía entristecernos. Nos mantuvimos en trance hasta ser transportados por un corredor subterráneo hasta la ineludible desembocadura y entonces nacimos húmedos. Ese fue el primer pasaje y Tali Elbert se ocupó alguna vez, en un trabajo anterior, de fotografiarlo. Era el instante del parto, que nos arroja, según una metáfora muy antigua, al río de la vida. Esa metáfora, que tanto contiene al rápido como al recodo, nos advierte que nada es posible sin provisión de fluido vital. Ni sembrar semillas, ni erigir ciudades, ni tampoco sustentar un cuerpo. Una lluvia rumorosa, un río dulce, una copa rebosante y fresca son elementos primordiales, tanto como el rocío de la bendición, de la hidratación o del beso. Si sólo pudiéramos nutrirnos de líquido no existiría el reino de la necesidad. Sin embargo, morimos secos, marchitos y solos, en la quietud de nuestro propio desierto. Ese es el último pasaje de todos. Ahora Tali Elbert ha fotografiado personas ancianas desplazándose en el agua. Lejos del parto originario, dejan que la suave correntada los conduzca por su propio río del olvido -otra metáfora clásica-. Predominan en las fotos la calma y la piedad, una suerte de luz "a flor de agua", menos asombrosa que la atisbada por primera vez y previa aún al fulgor desconocido de la eternidad. Son los destellos de un remanso todavía bienhechor. Entre la llegada y la partida, en el largo cauce que nos traslada entre la luz y la oscuridad, estamos de paso. Es una certeza inapelable. Tali Elbert ha querido dejar registro de una forma apacible, casi dulce, de un posible pasaje. Los cuerpos aquí fotografiados parecen estar en espera sosegada, en tránsito sereno, como en un medusario, más allá de todo dolor, casi sin recordar nada, sin sufrir.

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